sábado, 7 de octubre de 2017

Jon Lee Anderson: “Al Che siempre le faltó un Fidel a su lado después de la Sierra Maestra”

Para el autor de la más reconocida biografía sobre el guerrillero, Ernesto Guevara “nunca fue político. Era un tipo intelectualmente muy logrado, era un tipo carismático casi por su anticarisma. Quizá su carisma más místico o mágico era su indignación social, lo cual era su detonante, su gatillo”.

Por Pedro Schwarze
Publicada en Semanal de T13 el 6 de octubre de 2017


La biografía Che Guevara. Una vida revolucionaria (1997), del periodista estadounidense Jon Lee Anderson, no se quedó en el libro solamente. Durante su investigación Anderson obtuvo en 1995 la información clave que hizo posible encontrar los restos del guerrillero y sus compañeros de armas junto a la pista de aterrizaje en Vallegrande, Bolivia. El libro sirvió de fuente relevante para las películas que dirigió Steven Soderbergh y que fueron estrenadas en 2008. El mismo Anderson fungió como asesor en los filmes. Y el año pasado se lanzó una versión en comic de la biografía, ilustrada por José Hernández.

Al cumplirse 50 años de la muerte de Ernesto Che Guevara, cuando militares bolivianos lo ejecutaron el 9 de octubre de 1967, Anderson sostiene en esta entrevista con T13 Semanal que el legado del guerrillero se mantiene latente y que se ha convertido en un símbolo de rebeldía al status quo. El periodista asegura que escribir esa biografía fue “una experiencia humana y política” y reconoce que hubo un cambio en la recepción de Cuba a su libro, de la descalificación al reconocimiento.

“Supongo que para algunos, en una época, pudo haber sido incómodo que un yanqui estuviera tan metido en sus temas. Yo sé que había malestar, nunca entendí porque nunca me lo hicieron saber y no era monolítico”, asegura. Y sobre los cuestionamientos de la hija del Che, Aleida Guevara, a su libro, es tajante: “Parece que ya no está molesta. Nunca he sabido por qué estaba molesta y en ningún momento me dio las gracias por ayudar a encontrar los restos de su papá, cosas que a mí me molestaron, francamente. Porque si ella se molestó, yo me molesté más por su molestia”.

-¿Por qué cree que sigue el interés por el Che a 50 años de su muerte?

-Primero por el hito del 50° aniversario. Además es un momento coyuntural en América Latina: ha muerto Fidel, finalmente, y murió Chávez. Los dos pilares en vida de lo que quedó de la época de revolución e idealismo de la izquierda en América Latina murieron en los últimos años. El Che queda como el pregón por excelencia, el santo patrón de eso. Supongo que es por eso, porque hay una especie de bajón o desazón en lo que es el idealismo, la ideología, más allá de la ideología de mercado, en las Américas y con un Trump en la Casa Blanca. Supongo que sí, que es un cruce de caminos que ofrece la posibilidad de rumiar sobre lo que pasó. El Che siempre ha inspirado interés por la forma en que vivió su vida y cómo la terminó. Como pocos hombres públicos de Occidente en el último medio siglo y más, ha sido un hombre consecuente con sus ideales. Eran ideales muy radicales, ostentó cambiar el mundo por las armas para crear un mundo socialista en plena Guerra Fría. Al final de la Guerra Fría, hace 25 años era el único que emergió de las cenizas con algo de romanticismo e ilusión. Ciertamente ningún joven en Italia ni en Lima andaban tratando de reivindicar el legado de Leonid Brezhnev. Era el Che Guevara, pues. Murió joven, bello, valiente, murió en aras de su ideal y eso es desde tiempos mitológicos, desde tiempos primordiales lo reconocemos como algo heroico y resuena en el imaginario popular.

-¿Pero se percibe de una manera distinta en América Latina que en Estados Unidos y en Europa?

-Creo que sí. Por supuesto que en América Latina está más cercana al mundo inconcluso. Tenemos una América Latina muy frágil en lo que es su estado de derecho, con los índices de homicidios más altos del mundo en media decena de países, con una narcoeconomía y una narcocultura muy arraigada que amenaza incluso a la estabilidad de algunas de estas sociedades. Estamos hablando todavía de una región muy incierta en torno a lo que es su configuración política futura, la consolidación de un estado de derecho que daría seguridad a sus sociedades. Creo que las Américas en general es todavía una olla en fundición. Estamos en un momento en que las piezas, todas, están en movimiento, como si el mundo político y social fueran placas tectónicas. Entonces el Che si bien está entendido como un ser universal, de referencia en lo que es un símbolo de desafío juvenil, sobre todo, al status quo, de rebeldía al status quo en cualquier tiempo y en cualquier lugar. El Che tiende a ser desvestido de su contenido. Cada generación se queda con la cara, al rostro, al emblema no más, y hay que volver a ponerle carne y hueso.

-¿Qué tanto queda del legado del Che?

-Depende de a qué legado te refieres. Si es el legado que buscó él, de ser alguien como en sus llamados más sonados o románticos, “con mi sangre nutriré el suelo que abonará las revoluciones futuras”, está ahí. En este momento no lo estamos viendo pero si anduviéramos entre los de las Farc, en Colombia, que acaban de dejar las armas, todos veneran al Che. Los elenos (los guerrilleros colombianos del ELN) me imagino que también. El Che es el ejemplo de lo que un hombre puede hacer cuando toma la decisión de empuñar un arma a partir de una indignación social y busca justicia de la manera que él la concibe. Hay muchos calificativos que uno puede agregar a ese escudo, a ese emblema, a ese rostro, pero es un legado muy potente. Esto no quiere decir que su noción de economía política, o el socialismo, o sus teorías tal cual fueron trazadas en los años 60, medio siglo atrás, son tan vigentes como su legado personal. Yo creo que él, como el hombre que vivió y murió de una manera consecuente con sus ideas, por varias razones se cuajó y se quedó ahí cuajado. Incluso con las olas de comercializaciones (de su imagen), que cualquiera pensaría que eso mismo terminaría por ridiculizarlo o vaciarlo de contenido, no lo ha logrado.

-Ahora que el Che y Fidel Castro está muertos, ¿qué batallas ganó el Che sobre Castro y cuáles ganó Guevara sobre Fidel? El Che se quedó con la juventud, pero Castro gobernó por cinco décadas.

-Claro, pero el Che nunca busco gobernar. El Che era un revolucionario en el sentido más arquetípico. Nunca ostentó el liderazgo de Cuba estando ahí, por más que le dieron ciudadanía. Y cuando volvió al continente, Bolivia era el país de paso para que él liderara la revolución en Argentina. A él siempre le faltó un Fidel a su lado después de la Sierra Maestra. Nunca fue político. Era un tipo intelectualmente muy logrado, era un tipo carismático casi por su anticarisma. Quizá su carisma más místico o mágico era su indignación social, lo cual era su detonante, su gatillo, y lo llevó a vivir y construirse como el Che.

-¿Y Fidel Castro?

-Fidel tenía obviamente un carisma propio muy elevado, un don de mando desde muy joven, una obsesividad al detalle. De Fidel podemos hablar mucho porque vivió casi tres veces más que el Che, gobernó medio siglo, es decir, es el patriarca de mil novelas, es la figura patriarcal, el hidalgo que gobernó la isla, que le quedó chica, responsable de que Cuba montara el escenario mundial durante décadas y quedara ahí como un actor de relevancia e interés. Entonces tenían roles o papeles muy distintos, uno como casi místico, simbólico, puro, entre comillas, el Che, y el otro el gran estratega, el comelotodo, el tragahistorias, el gran patriarca que era Fidel. Fidel decía las cosas como son. El Che hacía lo mismo, pero él era de romper sables y dejó el ejemplo de que si un puñado de hombres quieren, pueden intentar revertir el orden de las cosas. Hasta cierto punto su legado es más “peligroso” para el status quo que el de Fidel. Pero Fidel y el Che representan un dúo súper potente, y casi nos devuelve a la teoría del foco, por más repudiada que fuera, de que un puñado de hombre decidido y armado pueden cambiar las cosas.

-¿Cree que los restos del Che fueron encontrados y ahora está en Santa Clara, Cuba, o tiene dudas de eso como plantean algunas versiones en el sentido de que no fueron hallados?

-Esa tesis proviene de (los periodistas) Maite Rico y Bertrand de la Grange, de Humberto Fontova, un cubano americano de Miami que inventa las cosas y las dice, y originalmente viene de uno de los dos agentes de la CIA que estuvieron en Vallegrande cuando mataron al Che, Gustavo Villoldo. Yo sé (que fueron encontrados los restos) porque, como yo estuve involucrado en el descubrimiento, cuando finalmente los encontraron me llamaron los forenses para decirme “Jon, lo tenemos. Vente”. Yo debía ser el testigo de la boda de una de mis hermanas, pero tuve que decirle que no estaría y me fui a Bolivia. Fui el primero en ver los restos que no fuera un forense o un antropólogo forense. Las manos cercenadas las vi.

-¿Qué le dijeron los forenses entonces?

-Me dijeron: “Hemos hecho la prueba de la dentadura. Es él. Encontramos la picadura (de su pipa) en uno de sus bolsillos de la chaqueta. Encontramos el yeso de la máscara de muerte que le hicieron”. Es decir, era él. Yo vi los restos. Estaba recostado con cierta dignidad al lado de cinco esqueletos promiscuamente tirados al lado. Era el Che. ¿Por qué me lo iba a inventar (el general Mario) Vargas Salinas (que le reveló la ubicación del entierro) para luego pagar siete años de arresto domiciliario por romper el silencio conmigo? En ningún momento la gente que ha tejido esta tesis me entrevistó a mí, en ningún momento, y yo soy el que tiene más información sobre ese tema. No tiene que ver con ideología ni con bandos, sino que nunca lo hicieron y eso por lo menos es mal periodismo o mala investigación y muestra una vez más el ímpetu ideológico de esa investigación.