lunes, 19 de julio de 2010

El profeta desarmado


Por Norberto Fuentes

Celia Sánchez diseñó los muebles para su construcción por la Empresa de Productos Varios (Emprova), o escogió los modelos para importar de Italia. La venerada compañera de Fidel desde la guerrilla de la Sierra Maestra tenía a su cargo este tipo de tareas, de ajuste de los detalles más delicados, en las obras de la inspiración del jefe. En este caso, era el mobiliario y los adornos del Palacio de las Convenciones que debía estar listo como sede de la Cumbre de los No Alineados, en septiembre de 1979. El Palacio, al oeste de La Habana, en la otrora barriada más aristocrática de Cuba —El Laguito—, forma en la actualidad parte del perímetro donde convalece Fidel Castro, a pocas cuadras de su búnker y sus casas de reserva. Por tanto, fue el lugar lógico para grabar la entrevista con sus declaraciones sobre la próxima guerra nuclear. Aunque el objetivo en medio de aquella atmósfera irreal de espacios vacíos y paredes esmaltadas de blanco distaba mucho de ser uno de los ejercicios clásicos de proyección política de Fidel.

Pocas días antes, el miércoles 7 de julio, Fidel desembarcó en un centro de investigaciones científicas (también ubicado en el perímetro de convalecencia) durante un tour sin propósitos claramente definidos, aunque con el beneficio evidente de la era digital: ser retratado con destino inmediato a los blogs oficiales, y sin que nadie de su crispante escolta le prohibiera a los muchachos presentes en el centro que se dieran gusto con las cámaras de sus celulares. El show mediático de grandes proporciones, el que nadie en el mundo iba a pasar por alto, Fidel de nuevo en la tele, como en los viejos tiempos, es anunciado el lunes, a través de todos los medios cubanos, como si fuera a comparecer ante las cámaras ese mismo día, cuando en verdad su tape lleva más o menos 24 horas grabado. (En un momento de la transmisión, Fidel se refiere a un artículo del 5 de Julio publicado hace seis días, lo que significa que el programa fue grabado el domingo 11.)

¿Pero qué ha ocurrido realmente para que se produzcan estas gestiones desesperadas de Fidel por acaparar el foco de la atención internacional? Aparte del enorme riesgo que ha corrido, dado que este es un tipo de producción que no podrá volver a repetir con el mismo grado de atención —es decir, la que merece un resucitado— hasta dentro de otros dos o tres años, suponiendo que le alcancen las fuerzas, no acaba de convencernos con sus angustiosos argumentos de la clase profeta desarmado. Raúl. El problema es su hermano Raúl. Raúl y el primer e inobjetable triunfo de política exterior del gobierno que éste encabeza. La liberación de los presos políticos mediante los servicios de la iglesia cubana y su entrega al canciller español Miguel Angel Moratinos ha superado las expectativas, no sólo de la contrarrevolución cubana de conducta clásica (como era de esperarse) si no la del propio Fidel Castro.

Ciertamente, no estamos ante ninguna jugada novedosa del gobierno cubano. Para ellos, liberar presos es un oficio. Tienen ahí el almacén de rehenes, y de pronto llega un senador o un reverendo, y la ofrenda es un reo. O dos. O tres. O un pelotón. La diferencia es que, en las negociaciones de los presos —cosa que se ha hecho habitualmente en Cuba, repito—, Fidel siempre utilizó instituciones extranjeras. Nunca se atrevió con nadie del patio y mucho menos la iglesia católica. Tiene su sentido, porque corres el peligro de fortalecer a un mediador dentro del país. Y estaba claro, según su lógica, que el único mediador confiable —aunque vaya a sonar pronto como un oxímoron— entre la Revolución y la contrarrevolución, tenía que ser un extranjero. Y los yanquis mejor que nadie, porque servía para una rápida identificación de propósitos propagandísticos. Aparte de que —está en los códices fidelistas— la iglesia es una institución que al final te traiciona.

Raúl, no obstante, con su acostumbrada frialdad y sostenida capacidad de cálculo, un verdadero artífice de la conspiración, jugó con una variante inédita, y en eso superó las asombrosas e inesperadas audacias de Fidel desplegadas hasta el presente. De todas las instituciones del país, la más débil es la iglesia católica, porque es a la que se le sabe más, y la que ha sido chantajeada en forma permanente durante los últimos cincuenta años. (Por supuesto, chantaje del que ustedes ya se han imaginado, aunque no abundaremos en esto ahora.) Y Raúl la llamó a filas. Y ella acudió. La oveja descarriada que regresaba al redil, por una vez en la historia, y para efectos de esta maniobra, era la iglesia. Lo demás, ustedes lo saben.

Así que, no es una victoria de la sociedad civil ni de nadie, sino la reiteración de una maniobra —aunque con un mediador inédito. En el país, por lo pronto, ni siquiera se sabe a quiénes están liberando. Pero Fidel comprende de inmediato que todos los líderes del mundo acaban de aceptar a Raúl como presidente de Cuba, y además tiene que tragarse la tarántula viva de verlo sentado con el cardenal Jaime Ortega y Moratinos viendo un juego de fútbol ¡en la sala de su casa! Para desvirtuarlo se manda hacia el centro de investigaciones a la hora de clases. Para rematar, la televisión. El martes, para una institución de economistas. El miércoles al Acuario Nacional. Y el viernes con los embajadores. Veremos dónde se apea mañana. Pero, aguántense, porque va a ocurrir hasta que se muera uno de los dos. ¿Y por qué el desespero, Fidel? Si a lo mejor te mueres último.