domingo, 19 de julio de 2009

"Las revoluciones son empresas juveniles"

Esta es la versión extensa de la entrevista que le hice a Sergio Ramírez esta semana y cuya versión resumida apareció este domingo en La Tercera.

El escritor Sergio Ramírez (66) fue miembro de la junta de gobierno que se formó tras el triunfo de la Revolución Sandinista y el derrocamiento de Anastasio Somoza, hace 30 años exactos. Fue vicepresidente del gobierno sandinista, fue compañero de Daniel Ortega a la reelección pero fueron derrotados, y cuando ya había roto con Ortega, fue candidato presidencial del Movimiento de Renovación Sandinista en 1996. Después de eso volvió a oficio de escritor que había dejado a fines de los 70. "Yo soy escritor y estuve prestado a la revolución el tiempo que fue necesario, pero no abandonaría este oficio por nada", asegura al descartar cualquier eventual regreso a la política. En esta entrevista hace una balance de lo que significó el triunfo de la revolución y el gobierno sandinista y acusa a Daniel Ortega de encabezar "un gobierno personal y caudillista".

¿Qué siente con este 30° aniversario de la Revolución Sandinista?

Nostalgia en primer lugar. Recuerdos, memorias de una obra inconclusa en la que yo participé con toda mi fuerza de voluntad, coraje, ánimo y que resultó en lo que resultó, pero nadie nos quita lo bailado, ¿no?

¿Por qué considera que fue una tarea inconclusa?

Porque la revolución frustró sus principios, sus objetivos, no pudo cumplirlos, luego perdió el poder en 1990 y allí terminó ese ciclo, que ya no es posible repetirlo. Las revoluciones son fenómenos históricos y la de Nicaragua duró 10 años y terminó.

¿Pero usted cree que fue una revolución perdida?

Pues, perdió su ímpetu inicial. Es perdida en el sentido de que sus grandes objetivos económicos y sociales nunca fueron cumplidos. Pero bueno, ganada en el sentido que la revolución ganó la batalla democrática que quizá nunca se propuso en primera instancia, al reconocer el triunfo electoral de doña Violeta Barrios de Chamorro en 1990 pues abrió la puertas de la democracia real al país. Por primera vez en la historia de Nicaragua un partido que llegaba al poder con la fuerza de las armas bajaba con la fuerza de los votos. Eso era una cosa inédita en América Latina. Así que creo que fue importante en la historia del país.

¿A qué se debió que no se pudiesen llevar a cabo los objetivos que tenía la Revolución Sandinista?

Una suma de circunstancias. En primer lugar a la excesiva ideologización de la revolución, que lejos de los principios de pluralismo político, no alineamiento y economía mixta que en principio se propuso, se entregó a una transformación irreal del país, a un choque violento dentro de la misma sociedad que llevó a la guerra de los Contras, que se transformó en una guerra campesina, en una guerra civil, y la guerra arrasó con cualquier perspectiva de cambio que el país tuviera porque consumió los recursos humanos y materiales de Nicaragua.

¿Cree que se debería haber buscado una alternativa a esa guerra de los Contras?

Lo que pasa es que en el impulso de una revolución juvenil la reflexión juvenil casi no tiene sitio, y yo viéndolo ahora, a la edad que tengo, pues no estaría para darle consejo a ningún revolucionario. Las revoluciones son empresas juveniles eminentemente. Sí siento que se pudo haber conseguido mayor reflexión, no destruir la unidad nacional que se había conseguido con tanto esfuerzo para derrocar a Somoza y haber sido menos arrogantes. Me parece que eso echó a perder el proyecto: la arrogancia del poder absoluto, la imposición de la ideología por sobre la realidad del país, olvidándonos que Nicaragua no era Cuba. Cuba era una isla, nosotros estábamos conectados a un sistema regional muy estrecho, como es el centroamericano, y a todo el continente, y que lo que ocurría en Nicaragua tenía inmediatamente repercusiones en el resto de Centroamérica y reacciones como las que llegamos a provocar de enemistad a muerte con la revolución por parte de los ejércitos. Todo eso pudo haberse cambiado, es posible, pero dentro de una revolución con jóvenes inexpertos, ideologizados, románticos, no lo creo.

Con la perspectiva de los años, ¿considera que los logros fueron más que los errores o a la inversa?

Creo que el peso de los errores fue mayor o el peso de los factores negativos fue mayor. Porque los factores negativos no dependían sólo de los errores. Unos errores traían consecuencias negativas y estas traían otras y esto creó un alud de nieve. Yo dentro de lo positivo, de lo que queda de la revolución, destacaría el respeto a la voluntad electoral, que ahora no se está practicando, porque hemos vuelto a los fraudes electorales, pero la democracia necesita del respeto para que un país viva en paz, el respeto a los votos es necesario; la institucionalización del Ejército, de las policías, que salieron de la nada, de la revolución también, al destruirse el Ejército y la policía de Somoza, y que ahora sobreviven como instituciones y tienen un funcionamiento real dentro de la sociedad. Esos son los legados más visibles en este momento.

El ex comandante de guerrilla salvadoreña, Joaquín Villalobos, dijo hace algunos años que se aliviaba de que ellos no hubiesen tomado el poder en su país. "Quién sabe qué barbaridades, qué errores hubiéramos cometido", afirmó. ¿Qué piensa usted de una frase así?

Yo me alegro mucho de que derrocamos la dictadura de Somoza y que logramos empezar un proyecto que quería lo mejor para Nicaragua, que quería la transformación de las estructuras para favorecer a los más pobres del país, a los que siempre estuvieron olvidados. De esto no me voy a arrepentir nunca. Las consecuencias de estos actos son otra cosa. Pero el hecho de haber tomado el poder, de haber derribado una dictadura sangrienta y de haber celebrado un 19 de julio el triunfo popular sobre una dictadura, eso es algo a lo que yo no renunciaría por nada y no me arrepentiría nunca de haber participado en esa empresa.

¿Se arrepiente de su paso por el gobierno?

De ninguna manera. La vida está hecha de pasos. Uno pasa por distintas circunstancias y no puede estarlas corrigiendo. A la altura de los años, ocurrió lo que ocurrió, yo tomo lo bueno o tomo lo malo, lo tomo todo junto. Que me gusta este plato que este no me gusta. No, lo cojo todo y me hago responsable de todo.

¿Qué tan importante fue el rol de los cubanos durante el gobierno sandinista?

El rol de los cubanos lo propusimos y lo hicimos nosotros. Cuba entró hasta donde nosotros deseamos y quisimos que entrara. Nunca hubo un papel agresivo de los cubanos, de decir aquí me siento yo, esta es mi silla, yo voy a dirigir el país. Hubo una fiebre de Cuba del sábado por la noche, una fiebre de que todos tenían poleras cubanas, el color de los uniformes, las insignias de los comandantes. Había una especie de afición romántica a Cuba porque la mayoría de los padres guerrilleros se habían entrenado en Cuba, reverenciaban al Che Guevara, a Fidel Castro. Yo diría que tuvo de positivo y de negativo la influencia y la participación cubana en la revolución.

En una entrevista, esta semana, el ex comandante sandinista Tomás Borge, actual embajador en Perú, dijo que muchos de los errores cometidos por los sandinistas es que no se siguieron los consejos que les dio Cuba y Fidel Castro, que eran sus amigos.

Veo que todos los arrepentimientos que Tomás Borge muestra en esa entrevista debería mostrarlo de cara al actual gobierno del cual el forma parte. Ahora se están haciendo cosas peores que en los años 80. Se están haciendo fraudes electorales, se está preparando una reforma a la Constitución para permitir la reelección del Presidente, los tribunales de justicia están en manos personales del Presidente de la República, no hay aquí juicios justos. Me parece que si alguien quiere hacer una autocrítica debería referirse a estos temas, no tanto a los temas del pasado. Ser crítico con los temas del pasado si uno tiene actualmente posiciones de poder me parece que viene a ser como inocente, no tiene consecuencia.

Borge incluso dice que usted "tenía mucho poder, más que Daniel (Ortega) incluso, porque él era el director administrativo de la Revolución".

(Se ríe) Si eso fuera así tal vez las cosas hubiera tomado un rumbo mejor, ¿no?

¿Qué opinión tiene del actual gobierno de Daniel Ortega?

Es un gobierno convencional, que no representa para nada a la revolución. Tiene el nombre del Frente Sandinista como un membrete, con una marca de fábrica, de marca registrada, pero no tiene nada que ver con la revolución. Son dos fenómenos absolutamente diferentes. Este es un gobierno personal, caudillista, basado en el poder de Ortega y su familia. La revolución era mucho más, tenía un gobierno colegiado, había un ensayo de partido que era el que tomaba las decisiones. Ahora todo es absolutamente personal.