domingo, 4 de enero de 2009

Es Raúl el que está al centro

Y pasaron los 50 años de la Revolución Cubana. Medio siglo de un torbellino que cambió a Cuba, a América Latina, a Estados Unidos y al mundo, y que durante todo este tiempo era sinónimo de Fidel Castro. Pero todo ya es pasado. Y la demostración de eso estuvo en los festejos del 1 de enero: no mucho que destacar, una celebración plana y un discurso central gris. Es el tiempo de Raúl Castro, de la inercia y de la espera.

Por más que algunos hayan querido creer que existía la posibilidad de una vuelta atrás, no hay caso. Fidel se ha retirado plena y definitivamente, dedicado ciento por ciento a su convalecencia, a la reflexión y al recuerdo. Ya no le queda espacio para la acción, pese al deseo contrario de sus más convencidos seguidores y a la aspiración contenida de sus más furibundos enemigos. Todos ellos tendrán que resignarse a sentarse a ver pasar las imágenes del pasado, con una mezcla de melancolía e impotencia.

Los años de la dupla castrista, la de Fidel-Raúl, aquella que montó una estructura y un mecanismo engrasado con el cual resistir a los elementos humanos y divinos, con el cual enfrentarse a las fuerzas naturales y enemigas, ya no existe. Por más que el octogenario líder revolucionario intente saber lo que pasa a costa de telefonazos o navegaciones interminables por internet (las haga él o algunos de los hombres que conserva de su team), él ya está fuera. Y Raúl se ha quedado solo en la parte más alta de la cúpula del poder; ha salido de las sombras, donde le gustaba estar, hasta ahora; ha debido colgar intermitentemente su uniforme verde olivo para ponerse la chaqueta y la corbata, todo para cumplir con su nueva función de Presidente cubano.

La comprobación definitiva de que la Revolución ya había dejado de llamarse Fidel la exhibió el propio diario Granma, en su edición del mismo día 1 de enero. Pese al mensaje del aún primer secretario de Partido Comunista de Cuba de apenas 16 (sí, dieciséis) palabras, la señal estaba en la foto que ilustraba la portada. Son los comandantes guerrilleros victoriosos desde la sede de la alcaldía de Santiago de Cuba celebrando el triunfo el 1 de enero de 1959. Sin embargo, el protagonista de esa imagen –sacada quizás de qué polvoriento archivo- no es el Comandante en Jefe. No. Es Raúl, al centro de la imagen, con la mano en alto, mientras Fidel sólo observa la escena como un actor secundario.

El hermano ha asumido el relevo en su totalidad, tomando las medidas para mantener el status quo, y ha comenzado a dar los pasos para preparar a aquellos que asumirán el mando cuando llegue el momento de su propia ausencia.