miércoles, 31 de diciembre de 2008

La mercancía de Finca Vigía

Qué buenos vendedores son los cubanos... y qué torpes compradores son los americanos. Desde que en 2002, cuando entidades culturales isleñas y estadounidenses firmaron un acuerdo de cooperación por las pertenencias que dejó Ernest Hemingway en su Finca Vigía, de La Habana, tras su muerte en 1961, los cubanos vienen haciendo anuncios rimbombantes –dirigidos al público, academia y gobierno norteamericanos- sobre los documentos del autor de El viejo y el mar.

Que los han clasificado, que los pondrán a disposición de los estudiosos o que copias de los documentos serán entregados a la Biblioteca John F. Kennedy. Esta semana anunciaron con bombos y platillos que 3.000 documentos inéditos que se conservan en la casa ubicada en el barrio habanero de San Francisco de Paula serán digitalizados para el trabajo de los avezados investigadores, tanto los que puedan acercarse a Cuba, como los que puedan llegar hasta la mencionada library de Boston.

Sin embargo, sólo los ingenuos e inexpertos –al parecer muchos- pueden tragarse la venta que una y otra vez hacen los cubanos de la misma mercancía. Hace 24 años que fue publicado el exhaustivo libro Hemingway en Cuba, de Norberto Fuentes, quien personalmente hizo la clasificación, orden y estudio de todos los materiales de Finca Vigía. Sin arrugarse –es sólo una expresión, porque no estaba ahí para verle la cara-, la directora de la casa-museo de Hemingway, Ada Rosa Alfonso, dijo esta semana que “se trata de documentos prácticamente inéditos. Sólo algunos se conocen a partir del libro Hemingway en Cuba (Alfonso no menciona su autor), pero la mayoría han estado conservados y cuidados en los archivos de Finca Vigía durante más de 45 años”.

Los pocos ejemplos que se entregan de esos “documentos inéditos” ya fueron “digitalizados” y publicados en el libro de Fuentes, una obra fundamental para adentrarse en la vida del autor de París era una fiesta. Así se menciona el epílogo de Por quién doblan las campanas y un guión de la película El viejo y el mar con anotaciones de Hemingway que fue rodada en los 50 con Spencer Tracy en el papel del viejo. Copias de ambos están en el libro de 1984 de Norberto Fuentes, quien es el verdadero descubridor de ese museo sin memoria, y cuyos contenidos son ofrecidos una y otra vez a los americanos, como si se tratasen de los manuscritos del Mar Muerto cuando recién fueron descubiertos.