sábado, 6 de septiembre de 2008

Lo que dejó el ciclón

El huracán Gustav no sólo dejó un rastro de desastre y tragedia a su paso por el Caribe y por Cuba, si no que también despejó cualquier duda sobre la nueva etapa por la que pasa la relación entre La Habana y Moscú. Y la mayor muestra de eso fue la llegada esta misma semana de cuatro aviones rusos con ayuda humanitaria. Ni los venezolanos y menos los chinos, que se precian de ser grandes aliados de Cuba, fueron tan rápidos como los rusos, que no están muy cerca que digamos.

El agradecimiento de los cubanos fue evidente en la nota de Granma que describía la conversación que habían sostenido los presidentes Raúl Castro y Dimitri Medvedev, y en la que el inquilino del Kremlin expresó su “apoyo solidario” y ofreció ayuda para enfrentar los destrozos dejados por el ciclón en el occidente de Cuba. Más abajo quedaron las menciones a las palabras de Hugo Chávez, a las de Alvaro Uribe, y a los mensajes provenientes de China y Bolivia, entre un gran lote de países.

Rusia muestra su interés así de reconstruir parte de las relaciones y la posición con que contaba la Unión Soviética. Moscú está en proceso de sacarse la modorra adquirida en los años de Boris Yeltsin y volver a ocupar un verdadero lugar en la escena internacional. Mientras en Osetia del Sur Rusia dejó en claro, a punta de cañones y tanques, que no está dispuesta a que la sigan pasando a llevar en lo que ha sido su área de influencia tradicional, en Cuba entrega de carpas o planchas de hierro para reestablecer su romance con La Habana.